EL ESPAÑOL EN EL MUNDO

En el mundo un total de 580 millones de personas hablan español, lo que representa un 7,6% de la población mundial.

Actualmente, el español está teniendo una gran relevancia en este mundo globalizado, puesto que es una lengua que está en constante crecimiento poblacional. Actualmente en el mundo hay 483 millones de personas que hablan español de forma nativa, siendo en esta modalidad la segunda lengua más hablada del mundo. 

El número de hablantes nativos en el mundo hispanoamericano se encuentra encabezado por aquellos países que tienen más población. México, Colombia, Argentina y España son los que más tienen, según datos del Instituto Cervantes.

En casi todos estos países los hablantes nativos representan más del 90% de la población. Donde menos hay es en Paraguay, donde tanto el español y el guaraní son las dos lenguas oficiales.

Por otro lado, Estados Unidos encabeza el mayor número de hablantes nativos de español entre los territorios donde esta lengua no es oficial, seguido de Argelia y Belice. Además, el mayor número de estudiantes de español se encuentra en Brasil y Reino Unido.

Francia es el país que más títulos en español ha traducido, seguido de Alemania y Estados Unidos, según la base de datos 'Index Translatorium' de la UNESCO y el escritor más traducido en las últimas décadas no es Cervantes, sino Gabriel García Márquez, Isabel Allende y Vargas Llosa. El autor de 'Don Quijote de la Mancha' ocupa la cuarta posición. 

El español en la internet

En el ámbito de internet, el español es el tercer idioma más usado, después del inglés y del chino. La comunicación en la red en lengua española abarca un 8,1%. En redes sociales como Facebook y Twitter, el español está en segundo lugar de utilización, y lo mismo sucede en LinkedIn y Wikipedia.

En los últimos años, el porcentaje de tiempo dedicado a las redes sociales a nivel global ha aumentado un 60%, y el mayor número de usuarios se encuentra en América Latina. LinkedIn crece de manera constante en su comunicación en lengua española y, teniendo en cuenta que es más una red profesional que personal, por orientarse a relaciones profesionales y comerciales, la importancia de dominar el español se hace evidente.

 

 

 

La interminable historia de las palabras

13/01/2021

Eugenia Flores Soria

Vanguardia | MX

 

Algo sucedió en los homo sapiens hace 70.000 años. No sabemos qué fue, pero de pronto esas lejanas personas comenzaron a inventar barcas, lámparas, flechas. El historiador Yuval Noah Harari cuenta en su famoso libro De animales a dioses que durante este periodo aparecen los primeros objetos de arte y joyería, a la par de los registros más antiguos de  religiones y estratificación social. Muestra como ejemplo una increíble figurilla de marfil de mamut que representa un “hombre león” o “mujer leona” procedente de la cueva de Stadel en Alemania. Fue hecha hace 32 mil años y es una “prueba indiscutible” de que ya estaba presente “la capacidad de la mente humana de imaginar cosas que no existen realmente”. Eran, agrega el escritor, tan inteligentes como nosotros y “podríamos aprender su lenguaje y ellos el nuestro”.

Este cambio en la inteligencia llega, precisamente, con el nacimiento de las lenguas. Tampoco sabemos cuál fue la primera ni de dónde surgió. El origen del lenguaje es uno de los grandes temas que a lo largo del tiempo hemos tratado de resolver desde la mitología (con La torre de Babel), la filosofía (Platón y su diálogo del Crátilo), la gramática (ya en la antigua India, Panini intentó organizar el sánscrito), la literatura (la poesía que conjura todas las cosas), la lingüística (que si el lenguaje es cultural o es una habilidad del cerebro) y la ciencia. Nos dicen que fue producto de una mutación genética, que fue la evolución de sonidos a sistemas complejos de comunicación. A mí me gusta pensar, con gran romanticismo, que fue producto de una chispa divina inexplicable.

Durante muchos años, en la Edad Media, se creyó que la lengua primitiva era el hebreo. Paul Auster jugó con esta idea en su novela Ciudad de Cristal, donde un lingüista enloquece y aísla a su hijo pequeño para saber si hablaría aquel mítico idioma de forma “natural”. Fue hasta el siglo XIX cuando los gramáticos comparatistas descubren la relación entre el sánscrito y las lenguas europeas. Posteriormente, Saussure y otros estudiosos bautizaron la disciplina como ciencia lingüística. Las tesis se siguen discutiendo: Monogénesis, todas las lenguas nacieron de una original; Poligénesis, diversas lenguas surgieron al mismo tiempo. Justo ayer, buscando material para mis clases, encontré una noticia de un lingüista que aseguraba tener la evidencia científica de que todas las lenguas provienen “de un lenguaje común de África”.

Otro misterio: las familias lingüísticas. No se sabe con exactitud cuántas lenguas se hablan actualmente en el mundo. Se estima que entre cuatro y seis mil. Agruparlas en estas “familias” resulta un severo reto que siempre genera polémica entre los expertos. Eso sin contar que desconocemos el origen de una inmensa cantidad de lenguas y que muchas no se han estudiado a profundidad. Lo que sí podemos afirmar es que sin lenguaje no hay civilización. Sin la capacidad de trasmitir a los demás ideas abstractas, cuentos, invenciones, sería imposible que tuviéramos la organización actual. Casi todo lo que hacemos es imaginado. Invito al lector a que mire por la ventana o que observe su cuarto (o a sí mismo). Las casas, los muebles, la ropa, los utensilios, las ideas, el trabajo (la nación, el dinero, las leyes, son órdenes imaginados) no existirían sin que antes alguien lo pensara y se lo compartiera a sus semejantes.

Es interminable la historia del origen del lenguaje, tan apasionante como el resto de las preguntas existenciales (aún no sé cómo algunos autores consiguen hacer de sus libros de lingüística una verdadera tortura). Quizá mañana aparezca otra notica que nos regrese a la teoría de la poligénesis, donde se compruebe el surgimiento simultáneo de varias lenguas. Porque nuestra naturaleza creativa y fantasiosa no se detiene (un misterio más): una y otra vez volveremos a imaginar.

 

 

 

Antología del insulto

12/01/2021

Por Pedro Gargantilla *

HUFFPOST

 

Los insultos forman parte indisoluble de nuestra civilización, muy posiblemente su nacimiento haya sido gemelar al de las plegarias.

Si pudiéramos echar la vista atrás, seguramente el primer exabrupto nació como algo amorfo, sin forma definida, en un lugar indeterminado entre el estómago y el intestino; y que, poco a poco, fue puliendo sus aristas para ascender sin pausa hasta llegar a la glotis.

Allí, con las cuerdas vocales templadas por el amargor de la animadversión y del desasosiego, el torrente de bilis se convirtió en una catarata de sonidos contundentes y sonoros.

Con el correr del tiempo, el escarnio se hizo acompañar de ciertas formas obscenas de mímica, algunas de ellas, las más versátiles y populares, mostraban alguno de los dedos de las manos dirigidas hacia el firmamento.

Sería el paso del tiempo el que agudizaría el ingenio, de forma que los insultos fuesen cada vez más singulares.

Durante doscientos años el Archivo General de Navarra abrió casi nueve mil procesos judiciales por injurias. Un verdadero filón lingüístico para todos los que quieran profundizar en estos aspectos.

Entre los exabruptos que allí se recogen hay de todo, algunos relacionados con la sodomía (bujarrón), otro con delitos contra la propiedad (ladrón), también los hay contra el dogma (luterano, judío o tocino), con aspectos corporales (hediondo, legañosa) o contra el intelecto (mentecato), tan sólo por citar algunos ejemplos.

De todas formas, si queremos pasar un buen rato enfrascados en el barroquismo del insulto no tenemos más remedio que recurrir al comic de Tintín. Allí encontramos desde anacoluto hasta antracita, pasando por bibendum, catacresis o coloquinto. Una pequeña muestra de los más estrambóticos escarnios que vierte por su boca, o más bien deberíamos decir por su bocadillo, el capitán Haddock.

Desgraciadamente la ficción es muy distinta a la realidad, incluso en este ámbito. Sin ir más lejos, los insultos que utilizan sus señorías en el Congreso de los Diputados, instaladas en la confrontación, no están a la altura lingüística de los que esgrime el inseparable amigo de Tintín.

Allí lo que más se escucha es matón, machista, corrupto o dictador. Muy poca riqueza filológica. Quizás sus ilustrísimas deberían deleitarse con las páginas de Hergé más a menudo, aunque solo sea para ensanchar el horizonte de sus mofas.

Hablando de mofas. La palabra “adefesio” se emplea para referirse a una persona ridícula y extravagante que viste o se comporta de forma absurda, o bien que habla y da su opinión sin que nadie se la haya pedido.

El origen de este término fue muy distinto. Se lo debemos a San Pablo, quien en una de sus epístolas a los habitantes de Éfeso (ad Epheios) señaló que dirigirse a ellos era como hablar a las paredes, ya que pocos aprovechaban sus predicamentos y la mayoría se obstinaba en perpetuarse en el culto a la diosa Diana. No fue hasta el siglo XVI cuando se comenzó a utilizar la expresión “hablar adefesios” como sinónimo de hablar por hablar, decir tonterías y desde donde mutó hasta su significado actual.

En esta ocasión me voy a permitir la licencia de recomendarles un insulto: “idiota”. No quiero faltar el respecto a nadie, me limitaré a recrearme en la anécdota etimológica y política, ya que es un agravio muy oportuno para el terreno de la política.

Y es que idiota era el vocablo con el que los antiguos helenos denominaban a aquellos ciudadanos que no desempeñaban ningún cargo público y que se despreocupaban de los asuntos del Estado, dedicándose en exclusiva a sus asuntos particulares. Supongo que ya adivinan la senda por la que quiero llevarles.

De todas formas, mi escarnio predilecto, es “imbécil”, lo es porque tiene un origen etimológico emparentado con la biología, ya que procede del latín “bacillus” –bacilo-, que significa pequeño bastón. Por tanto, “imbécil” es aquel que no tiene bastón para apoyarse, tanto en el plano físico… como el intelectual.